En el centro mexicano, muy lejos de las cristalinas aguas de la Riviera Maya y tal vez no tanto de las multitudes del Distrito Federal, está una pequeña perla por descubrir, Guanajuato, aunque no tan promocionada como los destinos más turísticos.
Con sus casitas de colores sobre las montañas áridas, Guanajuato, capital del Estado con el mismo nombre, parece una maqueta de las mismas que muestran las inmobiliarias, pero de tamaño real. No sólo porque sus viviendas simulan las de un pesebre, sino porque está construida sobre túneles y sus cimientos parecen de cartón, lo que por obvias razones, aterraría a cualquier persona acostumbrada a sismos constantes, como es mi caso.
Entonces, a Guanajuato -lugar de nacimiento del genial muralista Diego Rivera-, pintoresca pero frágil, hermosa pero efímera, había que aprovecharla rápido, antes de que –según mi imaginación- se esfumara por no tener cimientos sólidos.
Llegamos en bus de Guadalajara (Jalisco), ciudad natal de “la chaparrita”, mi guía incansable. Al salir, no podía dejar de recrear las películas del viejo oeste que veía de niña, con ese suelo desértico repleto de cactus y el viento arrastrando la arena. Únicamente faltaba que pasara rodando una bola de paja, al ritmo de un silbido solitario, cada vez que quedábamos en silencio. ¡Como en las películas!
Guanajuato, que significa cerro de ranas, es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Su encanto colonial –fue parte del virreinato de la Nueva España y ciudad clave en la independencia de México-, permite mezclar realidad con imaginación, pasado con presente y mitos con música real, ambientada por las serenatas nocturnas.
Minas, momias e historia
Algunos recorridos turísticos incluyen visitas a las minas de plata de Guanajuato – antes se llamaba Real de Minas de Guanajuato, por su riqueza- e incluso al tenebroso museo de las momias, donde se exhiben personas que murieron, fueron enterradas y se momificaron naturalmente. Posiblemente, por la composición mineral del suelo.
En este último lugar, afloran pensamientos lúgubres a causa de la oscuridad del recinto, rota únicamente por la luz de detrás de los cuerpos. Tal será el susto que en un momento dado que la «chaparrita» se cayó, quedó sin voz. Pensó que alguien la había tirado de la mochila y cuando se giró, no había nadie. En realidad se había quedado enganchada en una baranda pero la imaginación – maldita- siempre juega malas pasadas.
Caminar por las callecitas de Guanajuato es también un espectáculo, sobre todo si es en compañía de una tuna. Con música, los artistas te cuentan las leyendas que rondan las estrechas calles de la época colonial y especialmente, la tragedia amorosa del Callejón del Beso
Resumiendo en exceso, eso es Guanajuato, sin desconocer también los alrededores, donde está la tumba del legendario cantante de rancheras José Alfredo Jiménez, el Cerro del Cubilete y el hermosísimo pueblo también colonial de San Miguel de Allende
Al dejar atrás Dolores Hidalgo, donde nació Jiménez, y la maqueta tamaño real de la ciudad sobre túneles, queda una frase de su canción Camino de Guanajuato, que dice “yo aquí me quedo paisano, aquí es mi pueblo adorado…”.
Gracias por leerme! Lo cambié para evitar controversias. Slds desde Colombia!
De nada, muy buen post y gracias por publicarlo y también por cambiarlo. Saludos desde México.
PD, no era controversia, sólo una precisión 🙂