¡Hola! Soy Paula, la autora de este blog

¿Dejarías tu trabajo estable para viajar?

Me llamo Paula, y era periodista en Colombia, con más de 6 años de experiencia en grandes medios, cuando renuncié, vendí lo que tenía, y me fui sola por el mundo.

Tuve experiencias espectaculares y otras no tanto, y aquí intento contártelas de la manera más honesta.

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¿Quién soy?

¡Encantada de conocerte! Te saluda una inconforme que quiso conocer el mundo, como parte de un proceso para descubrir realmente quién era, más allá de cuánto ganaba, qué títulos tenía, y para quién trabajaba.

Prepárate porque el cuento es largo, y no voy a escatimar en detalles.

Esta historia incluye una crisis existencial, porque no me hallaba en lo que estaba haciendo en aquel momento; un ejercicio de soltar lo que creía que tenía, y un renacer, que hizo entender lo fuerte que era y hasta dónde podía llegar.

Pero antes de contarte a qué me refiero exactamente, te preguntarás: ¿Por qué este apodo, si no estoy vieja? O por lo menos, no tanto…

¿Por qué un blog de viajes llamado «Vieja que Viaja?

Aunque te parezca una ofensa, en realidad me gusta que la gente me llame «vieja», en confianza.

En redes sociales me dicen «viejis», «viejita», ¡y me parece taaaaan tierno! Y eso que no tengo arrugas (aún), ni debo usar bastones para caminar.

Lo cierto es que en mi país, Colombia, llamamos “vieja” a una mujer (dependiendo del tono, puede ser de forma despectiva), aunque sin referirnos especialmente a persona de avanzada edad.

Sería algo así como el “tía” de los españoles: no necesariamente te refieres a la hermana de tu papá o tu mamá, jejeje.

Ahora sí: mi historia viajera

Dejarlo todo para irme sola al sudeste asiático en 2017 marcó un hito en mi vida: aunque antes ya me gustaba viajar, y aprovechaba mis vacaciones para salir de la ciudad donde vivía (Bogotá), y había estudiado fuera del país (Francia, España), nunca lo había hecho en un plan tan guerrero.

Viajar sola en el transiberiano

Solo con un par de mochilas al hombro y lo que llevaba en el bolsillo. Al otro lado del mundo, sin hablar ningún idioma local, sin rutas definidas con anterioridad ni fuentes de ingresos. Solo tenía la decisión, que era irme, y eso era todo.

Pero me costó: La persona que era antes de eso competía mucho. Lo daba todo por mis trabajos: debía ser siempre la mejor, tener todo planeado, cumplir a cabalidad con las fechas límites… Y en general, en eso consistía mi vida, hasta que mi mente hizo corto…

El antes: los viajes de vacaciones

Trabajaba mucho. Escribía o hacía directos para televisión. No tenía muchos días libres, así que hacía escapadas rápidas. No me quedaba tiempo para más.

Intentaba hacer viajes de fin de semana, o a lugares cercanos, pero el regreso solía ser duro. La oficina era MORTAAAAAAL: ¡me robaba tanta energía!

Y yo sabía que había estudiado periodismo para reportear desde el lugar de los hechos, NUNCA para encerrarme en cuatro paredes, hasta que por fin enfrenté la realidad: ¡Esos trabajos nunca fueron para mí! Yo quería conocer el mundo, y contarlo.

El detonante

La oficina me amargaba, me convertía en una persona que no era. Y en ese entonces, Bogotá tampoco me terminaba de llenar. Eso, sumado a la crisis de los 30, me hizo lanzarme a vivir viajando.

Pero el detonante definitivo para irme sin billete de vuelta fue un trabajo con el Estado colombiano, que me hizo entender cómo se manejaban los hilos de la política desde las instituciones públicas, como explico aquí:

Era hora de intentar algo diferente. Emprender un viaje a lo desconocido, buscar viajes sin destino, comprar billetes de avión con vuelta abierta, tomarme un año sabático… ¡Algo arriesgado!

Fue una decisión difícil de explicar a quienes no han sido picados por el bicho venenoso al que bauticé como “mucho viaje”.

Y tenía que hacerlo sola, porque, acá “entre nos”, nunca he servido para insistirle a nadie.

Igual, ya había empezado a viajar sola desde 2008, cuando me fui con un programa llamado «Work and Travel» a Estados Unidos, donde trabajé ese verano en el parque de diversiones Hersheypark.

Años después, me gané una beca de dos meses en Berlín para hacer un curso con la televisión alemana. Posteriormente, hice un Máster en Francia.

Pero nunca lo había hecho de esta manera. Y nunca, literalmente al otro extremo del globo.

“Quiero viajar lejos”

Mi objetivo era el sudeste asiático, y en eso influyeron varios factores:

Quería ponerme a prueba

Y viajar a lugares donde no hablaran español ni inglés ni francés, los idiomas que domino (me gustan los retos).

Eran destinos seguros para viajar sola

Había leído que era seguro para las mujeres que viajan solas por el mundo

No solo en cuanto a robos, sino en respeto a las mujeres, que es lo que realmente queremos saber al poner en Google: “países seguros para viajar sola”.

Era barato

Mis ahorros estaban en pesos colombianos (moneda DÉBIL). Necesitaba los mejores destinos para viajar, pero que al mismo tiempo me permitieran permanecer en la ruta por un período prolongado.

De periodista a mochilera

Finalmente, inicié mi viaje en febrero de 2017, y eso se extendió, se extendió, se extendió… hasta octubre de 2018, fecha en que regresé a Colombia, otra vez.

Me convertí (fue como un cambio de religión, jejeje) en una mochilera “de racamandaca”: iba haciendo voluntariados para viajar barato, por las razones que explico en este video:

También aprendí a hacer Couchsurfing para viajar sin gastar mucho, preferí usualmente los viajes low cost para definir mi ruta, que armaba a medida que iba avanzando… y hasta tuve una época en que me volví “la chica del autostop”.

Tantas anécdotas se quedan cortas aquí, luego de seis meses en SingapurCamboya, Tailandia, y Myanmar.

El fin de los ahorros

Teaching English in Vietnam

Pese a todas las estrategias para viajar sin dinero, ya no me quedaban muchos ahorros. Sin embargo, había escuchado que en Vietnam era posible trabajar como profesora de inglés, con un buen sueldo y sin mayores dificultades para hacerlo legalmente.

Decidí probar suerte, me certifiqué en línea, y terminé viviendo en Hanoi 8 meses. En ese tiempo me pasó DE TODO, entre robos, estafas y una grandísima pelea que me llevó a salir odiando ese país.

Lo único que amaba de vivir y trabajar en Vietnam eran mis niños (a quienes daba clase), que siempre me hacían reír con sus múltiples ocurrencias.

Por ellos seguí trabajando en esa angustia de que no me pagaran. Me enseñaron creo que más de lo que yo pude enseñarles a ellos.

Bueno, eso y (para qué negarlo) la mega-deliciosa comida vietnamita, que aún sigue siendo creo que mi favorita del mundo.

El transiberiano al revés

Pese a tenerme que enfrentar con una mafia que no me quería pagar mi sueldo, como conté en el post anterior, logré mi objetivo de subir hacia Europa sin tomar ningún avión.

Mi ruta consistió, entonces, en hacerlo por la vía transmongoliana, a la inversa de lo que suelen hacerlo los viajeros normales: en vez de partir de Europa hacia Asia, lo hice de Asia a Europa, para entrar al espacio Schengen luego de llegar a Moscú.

Después de cumplir ese gran sueño y chequearlo de mi lista, agarré finalmente un vuelo desde Francia hacia Colombia.

Volver a casa después de un largo viaje por el extranjero

De nuevo, ya no tenía dinero, y después de lo vivido en Vietnam, estaba un poco prevenida respecto a la manera que había escogido para trabajar y viajar (enseñando inglés en una cultura totalmente opuesta a la mía).

Entonces, regresé a Colombia a finales de septiembre de 2018.

¿Qué pasó en ese tiempo? De nuevo, entré a la rutina de trabajar en mi carrera, pero con el objetivo claro de ahorrar para viajar. Total, ya era una experta en trucos para economizar porque lo había logrado viajando muy barato.

Mi mentalidad había cambiado, por supuesto. No pretendía volverme a llenar de cosas, ni comprar ropa en las rebajas. Ni los últimos zapatos, ni bolsos: no pretendía abandonar el minimalismo al que me había acostumbrado en aquel buen viaje.

Conseguí dos trabajos urgentemente.

Al cabo de 8 meses, después de haber reunido el monto suficiente para estirarlo por varios meses en el extranjero, reflexioné sobre esa nueva, pero a la vez, vieja vida – de ingresos que no se correspondían con mis expectativas vs. gastos permanentes y poca apreciación de mi trabajo y estudios-.

Preparando un nuevo gran viaje

La decisión, entonces, no era tan complicada. Total, ya la había tomado una vez. Aparte, el “quiero viajar pero no tengo dinero” no invadía mis pensamientos, porque había implementado muchos métodos para ahorrar.

Por ejemplo, cuidé tres gatos durante mi estancia allí, y así ahorré meses de alquiler en la fría capital colombiana.

Eso, entre muchas otras formas de guardar dinero, claro, como mercar (en colombiano, hacer mercado o ir de compras) en lugares baratos, y cocinar.

Hora de partir de nuevo

Entonces, me incliné por tomar vuelo de nuevo. Tenía curiosidad por viajar a un país musulmán, porque quería conocer una cultura diferente. Y así, también debido a temas de visas y de mi pasaporte colombiano, escogí ir a Estambul, y viajar sola por aquella increíble ciudad.

Igualmente (¿por qué no?), recorrer toda Turquía, viajando sola.

Duré dos meses en este país, que me pareció uno de los mejores destinos para viajar.

Mejor dicho: ¡ME ENAMORÉ DE TURQUÍA! Me fascinó su historia, sus mezquitas, sus lugares turísticos milenarios, su comida, su hospitalidad. Y, por supuesto, sus precios, jejeje.

donde dormir en estambul

Después de eso, volví a España para estudiar un posgrado en Marketing Digital y, al mismo tiempo, seguir trabajando en mi proyecto de vivir de Vieja que Viaja.

Llegó la pandemia, pasé la cuarentena en Girona, donde tengo familia. Apenas se pudo salir, conocí Valencia, que se convirtió en mi ciudad favorita de España.

En ese afán de viajar desesperadamente, luego de tanto encierro, volví a hacer voluntariados, pero esta vez, en Sevilla.

Luego, regresé a mi amada Turquía (donde no tenían restricciones en las fronteras), no sin antes pasar por una experiencia extrema: dos noches en una celda del aeropuerto de Bulgaria.

En realidad, intentaba hacer la misma estrategia de volar mega barato a Estambul, como lo expliqué en este post, pero en aquella segunda ocasión, por mi nacionalidad y las restricciones del COVID-19, no funcionó.

Sin embargo, pude pasar dos meses más de ensueño en Turquía, donde descubrí Mardin y los tesoros que alberga la frontera turco-siria y, finalmente, terminando el 2020, regresé a mi país.

Vivir como nómada digital

Cada vez que regresaba a Colombia, volvía a trabajar en mi carrera, y esta ocasión no fue la excepción.

Pasé unos meses trabajando en mi canal de Youtube y aprendiendo nuevas maneras de ganar dinero por internet.

Aunque estuve tranquila en términos financieros gracias a ello (me sostuve con las descargas de las apps de video Tiktok y Kwai con mis respectivos códigos, lo que resultó ser un éxito), recibí una oferta laboral que definitivamente, no pude rechazar.

Se sintió bien volver a la vida estable y, sobre todo, a tener un sueldo fijo a fin de mes.

Nuevamente como corresponsal en Bogotá de una agencia internacional de noticias, me preparaba para volver a vivir en la capital colombiana.

En mis ratos libres, seguía haciendo turismo (siempre quedaba algún rinconcito por visitar), y recibiendo a los amigos que había conocido por el mundo, que decidían visitar mi país.

barrio egipto arte urbano vieja que viaja

Pero esta vez era diferente: había aprendido que, para vivir en Bogotá tranquilamente, había que estar muy cerca del trabajo. Si no, el fallido transporte público (donde, por cierto, he vivido la mayoría de los robos en esa ciudad) podría amargarte la vida.

Así que viví un tiempo muy cerca de las oficinas del Estado (donde solía ir a ruedas de prensa, entrevistas, etc.).

Ese trabajo tenía todo lo que había soñado: un sueldo muy competitivo para el promedio colombiano, respeto por mis opiniones, valoración de mi trabajo y cero envidias entre compañeros.

¡Por fin tenía lo que siempre había querido en términos laborales! Pero un contexto internacional con el que nunca estuve de acuerdo me llevó a renunciar ocho meses después (seee, como siempre, la ética me ayuda -o me perjudica, como quieras verlo- en eso).

Afortunadamente, nunca volví a la vida rutinaria que llevaba antes de dejarlo todo para ir a Asia.

Siempre seguí pensando que debía mantener mis proyectos aparte del trabajo y así, si tenía que dejar determinado trabajo, no estaría esclava del sueldo / pagar deudas, etc.

Entonces, después de dejar nuevamente el periodismo, regresé con toda a este blog (con el que gano dinero si tú compras con mis links, así que de antemano, gracias), a Youtube, y a otra forma de  ganar dinero estando lejos, que no tenía que ver con crear contenido: mánager de Airbnb.

Como ves, he aprendido MUCHÍSIMO en estos años viajando sola y sin parar. Entre eso, cómo pasar fronteras tranquilamente pese a ir sin regreso.

¡Y eso que tengo pasaporte colombiano, que claramente no es VIP, como los europeos o norteamericanos!

Quiero que tú tampoco tengas problemas de este tipo, y por eso te di también los consejos más importantes en este video:

Pero antes del viaje sin billete de vuelta que me cambió la vida…

Aunque arriba te expliqué cómo me lancé a mi primer viaje sin billete de vuelta – que, por cierto, aún no lo considero «terminado» -, la verdad es que siempre he tenido experiencia viajera porque desde niña me acostumbraron a cambiar de residencia.

Todo se justificaba en los estudios porque para nadie es un secreto que, en muchos países de Sudamérica, la educación es costosa y privatizada.

Vivir en el extranjero no es sinónimo de riqueza. Antes al contrario: quienes van al extranjero, lo hacen mayoritariamente en busca de mejores oportunidades, de lo que no obtienes en tu propio país.

Vivir en el extranjero

Empezar una nueva vida, y en un lugar donde te sientes ajeno no es fácil, por lo que en el blog también te cuento las ventajas y desventajas de vivir en el extranjero. Concretamente, de los lugares donde he vivido porque, como ya dije, no me gusta hablar o dar consejos de cosas que no sé.

Mi vida en España durante varios períodos

A los dos años, mis papás me llevaron a España, porque uno de ellos iba a estudiar un doctorado, para ascender en su carrera. En ese contexto, pasé cinco años yendo a un colegio español. Después, regresamos.

Luego de un buen tiempo en mi país, la decisión fue, nuevamente, irse a vivir fuera. En esa ocasión, porque era el turno de mi mamá para estudiar y trabajar en el extranjero… aunque lo de “trabajar” es un decir, porque tenía una beca y ella debía justificar que estaba cumpliendo con los objetivos.

¡Por cierto! Aplicar a becas es, también, una buena forma de obtener ayudas para viajar al extranjero.

El mejor sitio para vivir en ese momento fue Girona, Cataluña, porque a mi mamá la aceptaron en esta universidad y, por esta razón, terminé haciendo la secundaria en catalán.

Cuatro años después, era hora de volver a Colombia.

En resumen...
Como verás más abajo, en mi país estudié la universidad, trabajé, y me fui a hacer un máster en Francia. Regresé a Colombia, trabajé de nuevo, me aburrí y me fui por Asia. Después de ese gigantesco recorrido, volví a Colombia, y luego de trabajar, ahorrar e irme de nuevo a descubrir la increíble Turquía, pasé por España. Allí me agarró allí la pandemia.

Considero las etapas por España como oportunidades para enfocarme en mi proyecto de ser nómada digital. O sea, ser totalmente independiente y vivir de trabajar online. Y las agradezco.

Para no extenderme más antes de explicarte cómo empecé a viajar sola, ahora me muevo entre Colombia y Estados Unidos por mi pareja, y mi forma de viajar también cambió.

Pero las enseñanzas de esta «universidad de la vida» quedaron, y es lo que te explico en el blog.

Experiencia Work and Travel en Estados Unidos

En 2008 pasé meses en Estados Unidos con un programa de Work and Travel, porque ya conocía a varios estudiantes de mi universidad en Colombia que lo habían cumplido exitosamente.

Este programa consistía en buscar países donde trabajar temporalmente (las vacaciones de mitad de año de la universidad) para vivir un tiempo, practicar idiomas, y conocer un poco más de la cultura. Es decir, tener un trabajo de verano con todas las de la ley: una oferta concreta antes de viajar, permiso de trabajo por ese período de tiempo, asistencia médica, entre otros.

El país escogido era Estados Unidos: El “sueño americano”. Pero tenía muchas preguntas: ¿Cómo irse al extranjero a trabajar? O sea, ¿ganando dinero? ¿Era rentable? ¿Qué visa debía tramitar? Todo me parecía muy complejo, así que escogí una agencia que se encargaba de hacer todos los trámites.

Al final, muy rentable no fue porque lo que ganaba en mi “trabajo” en Hersheypark, Pensilvania (costa este de Estados Unidos) era para cubrir la deuda que había adquirido con la agencia que me había vendido eso como el “lugar perfecto para vivir”.

Tenía una visa J-1, ahora llamada «visa para visitantes de intercambio», que también aplica si quieres ser Au Pair, trabajar en campamentos infantiles, entre otros.

EL CASO: como no todo es dinero en esta vida, me sentí muy orgullosa de aquella primera experiencia fuera de mi país, valiéndome por mi misma. Aprendí a cocinar (a los 20 años solo sabía hacer huevos fritos😵), porque allí, con tanta basura, era casi obligatorio hacerte tu propia comida.

Viajaba sola de una ciudad a otra, compartí apartamento por primera vez… Me comunicaba todo el tiempo en otro idioma y descubrí que era capaz… ¡Me sentía como toda una guerrera! 

No imaginaba que una década después estaría cruzando toda Siberia sola y con una mochila al hombro.

Allí germinó la semilla de decir: “Me voy al mundo”.

Estudiar en Francia

Luego de esos meses fuera, regresé a mi país, a terminar la carrera como periodista y trabajar. Dos años y medio duró mi primera experiencia en televisión en Bogotá, porque sentí que ya no podía crecer más en el trabajo que tenía.

Nuevamente pensé: “¿Dónde me puedo ir a vivir? ¿Qué puedo hacer?”.

Había empezado a estudiar francés, porque después de mi corta estancia en Estados Unidos, confirmé que ya dominaba el inglés (y quería pasar a otra cosa). Me encantaba aprender idiomas, y me decidí por ese, por lo que te explico en este post.

Aún no sabía si quería emigrar a otro país para empezar una nueva vida, o simplemente estar un año fuera.

En todo caso, y luego de hacer las respectivas averiguaciones, descubrí que la educación en Francia era muy barata, que valía la pena y que, además, podría hacer un Máster con el nivel que ya tenía del idioma.

Averigüé cómo viajar al extranjero siendo estudiante (esta vez, haciendo todos los trámites por mi cuenta) y así terminé viviendo en Francia un año y medio. Estudié un máster en la Universidad de Toulouse (sur) y luego, hice una práctica de seis meses en Estrasburgo (frontera con Alemania).

Albi en el sur de Francia
Mi primer paseo en Francia tras haberme mudado a Toulouse: Albi, en el sur

Aunque me quería quedar, porque estaba agradecida con Francia, y aprendí a amarla como si fuera mi segunda casa, siempre quedó el dilema de poder trabajar legalmente.

Te lo voy a confesar: pese a haber pasado tanto tiempo de mi vida en Europa, nunca he podido conseguir un trabajo que se la juegue por hacerme el permiso para eso.

Los países del Viejo Continente no son los más fáciles del planeta para residir legalmente y hacer parte de la fuerza laboral.

Hay muchas restricciones y los no europeos no son bienvenidos, a menos que seas ingeniero o médico. ¿Quién va a querer a una periodista, y encima, que no sea nativa en la lengua? Así que sí: para tener recursos para vivir, tuve que regresar.

Colombia de nuevo, una carrera ascendente, tres años más de experiencia, hasta que… BLUFF!!! Revolcón total, dilemas de qué hacer con mi vida, si era realmente feliz, y el -ya recurrente- “quiero dejar todo e irme lejos”…

Trabajar en Vietnam como profesora de inglés

Devolvámonos al comienzo de este pergamino (ajá, ¡aún no puedo creer que hayas llegado hasta aquí!😜): en ese viaje por el sudeste asiático y sin tiquete de regreso, mis ahorros iniciales duraron únicamente 6 meses.

No me quería devolver, así que encontré trabajo en Vietnam muy rápidamente, como profesora de inglés.

Duré 8 meses que fueron como una montaña rusa (sube, sube, sube sube… ¡PERO BAJA, BAJA, BAJA, Y EN PICADA!), aunque que me dejaron enseñanzas valiosas.

Enseñar inglés en Vietnam

En mi mente, Vietnam estaba en el «club» de países con oportunidades de trabajo importantes, pero el choque cultural me había pegado con fuerza y, además, estaba muy pero muy lejos de casa.

A veces pensaba que si necesitaba regresar a Colombia por cualquier imprevisto, la reacción sería limitada, porque estaba, literalmente, en el lado opuesto del mundo.

No era el mejor lugar para vivir, teniendo en cuenta que ya estaba predispuesta por todo lo que me había pasado desde que pisé el territorio, y por su ubicación geográfica. Pero fue bueno para ganar dinero. Así que de ahí, hice la ruta que te comenté al comienzo.

Lee aquí toda mi tragedia, desde antes de la estocada final contra los vietnamitas: La Depresión Vietnamita 1; Depresión vietnamita 2; Depresión vietnamita 3; y finalmente (pero no fue el fin de eso, como vería después), Depresión Vietnamita 4″

Sobra decir que todo está basado en mi experiencia como mujer sola. Otros que han ido a Vietnam como hombres solos o como mujer con pareja, tienen diferentes puntos de vista.

Pero al fin y al cabo, como dicen por ahí , “la belleza está en los ojos de quien la mire”, y este es mi espacio seguro para hablar.

No siendo más, te dejo con el contenido. Viajar es lo mejor de la vida… ¡Buen viaje!

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