Mi pelea había dado resultados: a punta de escándalos había logrado que mis empleadores vietnamitas me pagaran más de la mitad de lo que me debían, lo cual era una victoria, teniendo en cuenta lo comunes que son las estafas en Vietnam. Pero aún me debían entregar mis diplomas originales de la universidad, por lo que redoblé mi ataque.
Como conté en el post anterior, cuando el enviado de la mafia llamada Elink me pagó los bultos de dinero en efectivo, me prometió también que, en una semana, esos bandidos me entregarían mis documentos, que les había confiado porque, según ellos, eran imprescindibles para tramitar el permiso de trabajo.
Sí, ya sé lo que estás pensando: ¿Por qué les creíste? ¿Acaso no sonaba bastante raro desde el comienzo? ¿Cómo les diste algo con tanto valor para ti a unos desconocidos?
La respuesta: Aunque siempre desconfié de esa condición para trabajar legalmente allí, hice un sondeo rápido antes de mandarlos traer desde Colombia. Algunos «profes» que ya estaban allá me contaron su experiencia, según la cual, el procedimiento era totalmente normal (no habían vivido nada relacionado con este tipo de estafas en Vietnam). Así que opté por aceptar. ¡ERROR!
Siguen las estafas en Vietnam
Entonces, continuó la misma «tomadera» de pelo. A la semana, volví a preguntar a la mentirosa que organizaba los horarios de los profesores (y que siempre evitó responder sobre mi pago). «Tus documentos están en el Ministerio porque hay que cancelarte el Permiso de Trabajo, ya que renunciaste», insistió.
Parecían empeñados en castigarme por haber tomado lo que era mío. Por no haberme dejado vencer por las estafas en Vietnam. Por haber peleado, siendo extranjera, mujer, y estando sola en ese lugar. Por revelar todas sus burlas. Por reducir a nada su reputación.
Como no les creía un ápice, consulté con otros locales para confirmar mis sospechas. En efecto, en Elink seguían pensando que me verían la cara de tonta.
Cambio de estrategia
En este nuevo capítulo de «Paula Tijeras Reloaded», le pedí ayuda a un amigo vietnamita. Él me acompañó a la policía a poner la denuncia, porque yo no hablaba el idioma local.
Otros extranjeros me habían dicho que eso no serviría de nada contra las estafas en Vietnam, pero pensé que si lograba grabar a los uniformados ingresando al local, podría hundir aún más a Elink Vietnam en redes sociales. Me imaginaba esparciendo eso a diestra y siniestra en grupos de Facebook.
Fuimos a la estación más cercana de la sede de esos criminales y nos dijeron que no nos podían ayudar en ese momento, porque el jefe máximo no se encontraba en el sitio y era quien debía autorizar la visita.
– Quieres que vayamos, en todo caso? Estamos cerca, preguntó mi amigo, que valía como por diez.
– Con esa gentuza no se puede hablar, no entienden por las buenas, respondí.
– No perdemos nada con intentar, estamos al lado, insistió.
Sola no me iba a meter a la boca del lobo, obviamente, pero como estaba con él, asentí.
El show de la «Maldita Lisiada»
Yo iba cargada de tigre. Abrí esa puerta pensando «permiso que llegué yo, HPs!!!!!!!!».
– Buenos días. ¿Dónde están mis diplomas?, pregunté.
– En el Ministerio del Trabajo, respondió la mentirosa (sin mirarme a la cara y sin dejar de teclear en su computador?
– Ya sé que todo eso es mentira. No hace falta repetirlo. Entréguenme mis diplomas y no me vuelven a ver jamás. Nos conviene a todos
– Están en el Ministerio del Trabajo.
Entonces vino la hecatombe: armar un show de telenovela mexicana. Gritos para que todos los que estaban en la sede, donde en ese momento había clases, se dieran cuenta. Aunque moría por «mechonear» a las desgraciadas de la recepción (a lo Soraya Montenegro en «Maldita Lisiada»), siempre logré contenerme.
– Simplemente quiero que me digan SI ME VAN A ROBAR MIS DIPLOMAS!!!! RESPÓNDEME DESGRACIADA!!!!! ¿ME VAS A ROBAR MIS DIPLOMAS? ¡SÍ O NO! ELINK, LADROOOOONEEEEEESSS!!!!!! CRIMINALES!!!!! MAFIOSOS!!!!!!!!
Todos los niños que estaba en el salón frente a la recepción me miraban. El títere inglés, profesor en ese momento (en un post pasado te explico cuál era su papel en esa mafia), hizo una pausa en la clase y salió corriendo. Ni siquiera fue capaz de darme la cara, aun cuando era consciente de todo lo que me estaban haciendo.
– Niños, estos BANDIDOS SE ROBAN EL DINERO DE LOS PROFESORES!!!! SUS PAPÁS PAGAN Y ESTOS SE LO QUEDAN TODO!!!! SON UNOS LADRONEEEEEEEEES!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! AHORA ME QUIEREN ROBAR MIS DIPLOMAS!!!!!!!!
Seguí armando el «mierdero», como decimos en Colombia. Me hervía la sangre. Nunca había actuado así, pero esa gente sacaba lo peor, lo más oscuro, lo más recóndito de mi genio. Esa gente me hizo asustarme de mí misma. Entonces, mi amigo intervino.
– Oye pero cálmate, tranquilízate.
– Yo no me voy a calmar hasta que ESTOS PERROS ME DEVUELVAN MIS DIPLOMAS!!!! Me los van a devolver, aunque sea lo último que haga!!!!!!!
Entonces, él les habló en vietnamita. De ahí en adelante, la conversación quedó completamente en ese idioma. Le «informaban» a él, y él me traducía. Las sinvergüenzas ni siquiera me miraban a la cara. Claro, yo no era persona para esa gentuza.
«Les doy 3 días para entregármelos»
Ya llevaba más de 30 minutos gritando, desesperada por la cantidad de estafas en Vietnam (parecía que estuvieran concentradas por kilómetro cuadrado en ese país). No avanzaríamos más y, sin embargo, el grupo de niños y el títere inglés, cómplice de la mafia vietnamita, presenciaron todo el espectáculo. Iba a dañar su reputación de todas las formas posibles, de eso no cabía duda. Cuando ya nos íbamos, mi amigo les dejó su teléfono para que avisaran de los avances.
El supuesto abogado de la mafia lo llamó después para avisarle que EL GERENTE LO LLAMARÍA.
– Yo no necesito hablar. Lo que necesito son mis diplomas, insistí.
– OK pero esperemos a ver qué proponen, dijo mi amigo.
– Con ellos nunca se puede hacer nada por las buenas y ya no tengo más paciencia. Tienen 3 días para entregarme mis diplomas o si no…¡¡¡YO ACTÚO A MI MANERA!!!!, le advertí.
«Ella tiene que venir sola a Elink»
En esos tres días de plazo, lo llamaron varias veces a decirle que yo había INCUMPLIDO CON LA LEGISLACIÓN DE VIETNAM, que debía firmar unos documentos para terminar el contrato unilateralmente debido a mi «desobediencia», y que debía asistir a una reunión en su sede SOLA. Que él no me podía acompañar. Me querían vulnerable para seguir con su millón de estafas en Vietnam.
Ya yo estaba acostumbrada a ese nivel de cinismo, así que nada me sorprendió.¡Lucharía hasta el final!
Como ya nadie me intimidaba porque había decidido jugarme el todo por el todo, empecé mi nueva estrategia: buscar a los socios para contarles de este martirio. Al fin y al cabo, tenía todas las conversaciones por escrito. Pruebas, comprobantes de pago… iba a pegarles donde más les dolía.De hecho, en lo único que les dolía: el DINERO.
Conocía a algunos trabajadores de la empresa socia (que era de EE.UU., llamada Dyned), y les pedí ayuda.
Específicamente, a una profesora que había sido mi asistente cuando enseñaba en un colegio público de Long Bien, Hanoi. Ya no estaba con ellos pero ella era quien había contado los retrasos en el pago a los socios, cuando me dejaron de pagar el primer mes. Le pedí que me contactara con el manager, o alguien con poder en la empresa, a quien pudiera comentarle la situación.
Así hice. Y unas horas después, me dispuse a redactar el correo contándoles a mis estudiantes adultos (sí, porque también daba clases privadas en la sede) tanto abuso. Cuando le iba a dar «enviar», recibí un mensaje en el teléfono: «¿Dónde te podemos entregar tus diplomas?»
¡Me faltó caer de rodillas y llorar! YO GANÉ!!!!!!!!!!! GANÉ!!!!! Gané a quienes han vencido a franceses y estadounidenses. Gané mi propia GUERRA DE VIETNAM!!! Le gané a una banda de gangsters!!
Debía procesar la noticia. No me lo podía creer.
La cereza del postre…
Le conté a mi amigo y me aconsejó recibir los diplomas en la estación de policía cercana. Allá los cité. Llegó una mujer uniformada con el logo de la mafia. Me hizo firmar un documento diciendo que los había recibido. Así hice, e inmediatamente inicié los trámites para, por fin, cerrar mi tormentoso paso por Vietnam.
Tuve paciencia unos días, mientras obtenía mi visa a China desde Hanoi, y después de eso, estando en el gigante asiático, decidí ponerle la cereza al postre.
Terminar mi ataque, lo que se merecían. Describí ese infierno con pelos y señales en posts en inglés publicados en este blog, e igualmente publiqué un video en Youtube hablando del tema y citándolos expresamente.
Desde la comodidad de otro país, bombardeé todos los grupos de Facebook que dijeran Hanoi, Ho Chi Minh, o cualquier cosa relacionada con enseñar inglés y las estafas en Vietnam. En una semana, ya habían reproducido más de 5.000 veces el video publicado en Facebook.
«Tienes que parar»
A los pocos días hablé con mi amigo vietnamita y me preguntó qué andaba haciendo relacionado con ellos porque lo habían estado llamando.
– ¿Estás haciendo algo con el blog y Elink? ¿En qué andas?, cuestionó
– Estoy contando lo que me hicieron esos desgraciados y lo estoy viralizando en las redes sociales para que aparezca hasta en cada Bun Cha vietnamita, respondí.
– Con razón, afirmó.
– ¿Qué?, continué
– Que te están buscando, que tienes que parar, reveló.
Pero no me había detenido incluso cuando vivía en la misma ciudad de esos mafiosos. ¿Iba a parar ahora que estaba fuera de su alcance? Ya se imaginarán mi respuesta…
– ¡TODO EL MUNDO TIENE QUE SABER! Y si están muy montadores, pues que vengan y me busquen a China, entre mil millones de habitantes, a ver si me encuentran!!!!!!
Fin.
Ver también: «Las 10 cosas más raras del viaje de Asia a Europa por tierra»
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