Estaba a la expectativa. Después de Singapur, necesitaba un respiro para el bolsillo y Camboya, con los templos de Angkor Wat, había sido mi motivación cuando resistía a mi rutinaria vida en Bogotá, en un 2016 agonizante. Sin embargo, la primera impresión de los hostales en Camboya me hizo despertar de ese sueño.
¿Cómo sería ese país? Me lo imaginé por enésima vez desde el avión de Singapur a Phnom Penh. Estaba tan lejos de Colombia, y había sido una ilusión por tanto tiempo, que mi actitud era como cuando te entregan un regalo de cumpleaños por adelantado y prometes abrirlo solo cuando llegue el día… pero no te puedes despegar de la caja. Así, con ese nivel de impaciencia pasé esa hora de vuelo.
Al aterrizar comprobé lo que decían de los oficiales de inmigración: que te intentan estafar cuando sacas la visa a la llegada o on-arrival (cuesta 30 dólares pero te piden más que porque no traes foto… o cualquier otra excusa que se les ocurra), aunque me libré bien porque llevaba mi foto arrugada en la cartera.
Al salir, mi primer tuk-tuk en Asia me llevó al hostal que había reservado por Hostelworld, luego de admirar la arquitectura de las pagodas por el camino, y de observar en silencio el caos vehicular de la capital de este país del sudeste asiático.
Primer contacto con los hostales en Camboya
El medio de transporte me parecía exótico. Al conocer el sitio aquel, me cambió la cara: lo que había visto en unas fotos que no pintaban nada mal y que aparecían a nombre de 19 Happy House cuando había buscado «hostales en Camboya» era en realidad un roto inmundo, ubicado en un sitio semejante a la peligrosa zona roja de la calle 22 con Caracas de Bogotá.
19 Happy House (¡anótenlo!). Bien podría ser el escenario de una película de terror. Escaleras tenebrosas y negras del mugre, paredes pintadas con rayones horribles, un calor que no dejaba respirar… Mejor dicho, lo peor de los alojamientos baratos en Asia reunidos en un solo lugar: recepcionista que no hablaba inglés y que no respondía a nada que no significara dinero para ellos; una higiene bastante cuestionable (el agua del inodoro ni siquiera bajaba, por lo que mi primer vistazo en ese lugar fue… asqueroso, por no decir más); pulgas de cama; ubicación peligrosa. ¡Ah! Y habitación sin aire acondicionado.
Era demasiado tarde para buscar otra cosa y por supuesto, no me harían el favor de cuidarme las maletas un momento, así que «ajo y agua«, como decimos en Colombia. O sea, a joderse y aguantarse. Tendría que morderme un codo e intentar dormir, aunque eso pareciera una ilusión bastante lejana. Hasta me dio envidia de los conductores de tuk-tuk que duermen en hamacas en sus propias cabinas…
Los otros huéspedes tampoco colaboraban: en plena noche terrorífica, de traumática bienvenida a los hostales en Camboya, a algunos compañeros de cuarto se les dio por fumar en el interior, como si no hiciera falta tan solo una chispa para que prendiera semejante hervidero.
Por si fuera poco, al amanecer del siguiente día, cuando estaba desayunando en el restaurante del primer piso de 19 «Happy» House, sentí algo que me caminaba por una pierna. Me lo quité rápido y cuando miré al suelo, era una cucaracha. Ok, pequeña y nada del otro mundo. Pero podrán imaginarse todo lo que pasa por la cabeza al estar comiendo y sentir el cosquilleo en la piel pelada… O sea, no era posible tanta asquerosidad.
Semejante panorama lo único que logró fue sacarme corriendo de esta ciudad caótica y dejarme a la expectativa sobre otros hostales en Camboya. Aquel recibimiento me provocó un repudio tal que no quise volver, a menos que fuera total y absolutamente necesario, como haría luego para tramitar mi visa a Tailandia (los colombianos en tránsito por Camboya solo podemos tramitarla desde esta ciudad).
OK, quedarse en la cueva aquella costaba 3 dólares (lo cual por internet me pareció una maravilla) y las fotos… bueno, las fotos resultaron como las de aquellos restaurantes que venden sus platos aparentemente de un tamaño considerable, y luego resultan una miniatura. Pero aprendí la lección sobre hostales en Camboya, a partir de ese momento. Ahora sí estaba entrando al sudeste asiático, tras la excepción que había significado el pequeño país del tigre.
Lecciones de los hostales en Camboya, aplicadas a Asia
La particular bienvenida me enseñó entonces cómo escoger el alojamiento en Asia para evitar experiencias similares:
- Reservar por internet solo por una noche, si es que definitivamente no quieres llegar sin reserva. Luego evalúas si extender o no.
- Buscar siempre un cuarto con aire acondicionado
- No pagar tan barato porque vas a recibir lo que merecería ese precio
- No guiarse por los comentarios que aparecen en Hostelworld (de hecho, nunca volví a buscar nada sobre hostales en Camboya). En este, por ejemplo, salía que no estaba nada mal y que el staff era súper amable. Aparte, tenía como 8 puntos positivos de calificación. Nada que ver con la realidad.
- No quedarse únicamente con lo que sale en internet. Caminando por ahí se encuentran buenos sitios (claro, si no llevas maletas inmensas que te impidan mover las piernas). Si no, también está Agoda, una página que ofrece muchas más opciones en Asia que Hostelworld.
Por supuesto, al regresar a Phnom Penh, me fijé cuidadosamente en la zona donde quería quedarme y fui de puerta en puerta mirando el mejor sitio. Terminé escogiendo el hostal Top Banana, que me pareció decente, limpio, y con camas súper amplias. Era decisión tomada: no iba a repetir lo mismo que en aquella horrible noche.
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Mi experiencia en Camboyano fue bastante diferente porque todo fue perfecto, nadie intentó estafarnos con el visado, llevábamos las fotos y ningún problema. Cierto que el alojamiento es siempre una sorpresa, pero claro 3 dólares ejjee te puedes imaginar lo que vas a encontrar… El país es muy barato y esta experiencia ayuda a no buscar siempre lo más más más barato porque a veces nos arruina la estancia. Esperemos no pasar esas noches terroríficas. Saludos desde España
Claroooo!!! Así que aprendí la lección jejeje. La verdad es que después de ese encontrón me ha ido super bien en el resto de lugares. Obvio, siempre teniendo en cuenta aquella noche en 19 «Happy» House jejeje
Buena historia… el libro, hay que leerlo y deshacerse de él, no?
Claro porque si no, hace mucho peso!!!!!