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Me llamo Paula, y era periodista en Colombia, con más de 6 años de experiencia en grandes medios, cuando renuncié, vendí lo que tenía, y me fui sola por el mundo.

Tuve experiencias espectaculares y otras no tanto, y aquí intento contártelas de la manera más honesta.

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Me cansé de Bagan, Myanmar (LO CONFIESO)

Creía que estar en Bagan sería el clímax del viaje por Birmania, por lo que significaba ver sus miles de estupas desde lo alto. Sin embargo, al cabo de 4 días terminé cansada y hasta hastiada de esta ciudad que muestra lo peor de un turismo aún incipiente en el resto del país.

Y es que lo que más me gustaba de Myanmar, que era hablar con sus habitantes –de los más sonrientes que haya conocido en la vida-, quedó derrumbado en la que fuera antigua capital del reino de Birmania.

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En cualquier lado sale una buena foto. Esto es #Bagan, #Myanmar y esos son mis nuevos pantalones de Aladino! Jajaja, ya tocaba comprar ropa porque los pantalones largos que traje (aptos para templos) estaban todos rotos😅. Ha estado nublado tanto en el amanecer como en el atardecer así que aún no he agarrado esos colores rojizos entre las estupas. Seguiré a la espera por estos días!! 🇬🇧 In each part of Bagan you achieve a good picture. And those are my new Aladin pants!! Ahaha. Time to buy new clothes 'cause every long pants (proper for temples) that I had were already full of holes 😅. The sunrise and sunset have been cloudy, though. I will keep waiting during these days #viajar #travel #mochileros #backpacker #viejaqueviaja #me #worldnomads #myanmarburma #igersmyanmar

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La regla es sencilla: en Bagan no puedes mantener una conversación con casi ningún local. Lo sé, suena radical pero así es. Y no porque no hablen inglés -porque sobre todo en esta zona lo dominan-. Es más, hasta conocí a quienes hablaban español como si hubieran nacido en alguno de nuestros países. La cuestión es que todo gira alrededor de un interés: deberás comprar algo a cambio de esa «amabilidad».

No eres persona: eres un saco de dinero andante. Así, en el templo Dhammayangyi, uno de los más grandes y vistosos, hablé con una chica local que me explicó que aparte de los Budas que están a la vista, hay otros que fueron tapados con muros para evitar que las estructuras del edificio (huecas para mostrar a los Budas) se cayeran con los constantes terremotos. Estaba encantada con semejante explicación hasta que sacó los libros que vendía al final de la charla.

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Adiós, #Bagan! Dramático atardecer el del otro día. Se veía medio despejado y de un momento a otro, el viento trajo esta tormenta. Corrimos a escondernos porque estábamos en una torre… y paró un momento la lluvia. Subimos de nuevo a ver los colores que se medio veían entre nube y nube… y tal vez fue el mejor que tuve durante estos días en la ciudad. Y ahora.. hola, #Yangon! 🇬🇧 Bye Bagan! And goodbye, with a dramatic #sunset. It seemed without clouds but the wind brought those huge ones with a powerful storm. We ran to find shelter (because we were at the top of a tower) and suddenly, the rain stopped. Ran again to see the colours among the clouds and maybe it was the best during these days in the city. Btw… hello, Yangon!! #travel #viajar #viejaqueviaja

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Por supuesto, fue tan buena que tuve que comprarle un libro. No resultó tan grave: hace rato estaba buscando ese ejemplar: «Los días de Birmania», de George Orwell. Pero no me gusta sentirme presionada y menos cuando no me advierten desde antes que la información o la simpatía tienen precio.

Además de que venden todo a unos precios exagerados (a ver quién cae). Algo que no había notado en Myanmar. De hecho, me parecía genial que te dieran un precio justo o el mismo de los locales, sin tener que regatear (hablando de ventas, claro, porque en la entrada a los templos no aplica).

Al menos así era en otras partes del país. Pero otra cosa era Bagan. A mi amiga Nikki (a quien conocí viajando y a quien presento en este video) le vendieron dos libros por 17.000 kyatts cuando en una tienda normal valían 3.500 cada uno.

Las pinturas en los templos también las venden por 20.000 o 30.000 kyatts cuando en las consigues en locales por 5.000.

Me cansé de Bagan. Me cansé de que me persiguieran y me sonrieran a cambio de dinero.

Las conversaciones

Me cansé de que me preguntaran si quería «longyis» (las faldas largas que usan tanto hombres y mujeres en Myanmar). Al punto de que esta terminó siendo la conversación repetida «n» veces durante esos cuatro días:

– ¿Te gustan los «longyis»?
– Sí, me gustan los «longyis»
-¿Quieres comprar uno?
– No
– ¿Por qué no, si te gustan los «longyis»?
– Me gusta como se les ven a ustedes pero no quiero ninguno para mi
– ¿Y para otros?
– Para nadie. Me pesa la mochila

Y al cabo de cinco minutos, de nuevo las mismas preguntas. La misma persona u otra. Como buitres al acecho.

– ¿Quieres ir a un buen sitio para ver el atardecer? Conozco uno sin gente

Te llevan, subes a la terraza o pagoda, hablas un rato, y cuando oscurece, la estocada final: «Soy pintor. Acá traigo mis obras para que las mires». Si les dices que no llevas dinero, te sugieren acompañarte al hotel o adonde sea para que las compres. Pueden resultar demasiado insistentes.

Otro día, un adolescente que me vio en la moto eléctrica, a eso de las 5 pm, se paró a preguntar: «¿Buscas un buen lugar para el atardecer?». Por inercia, ya fastidiada por lo que imaginé que venía, respondí: «Lo siento, no voy a comprar nada». Indignado, me gritó que no pensaba venderme nada y me dejó hablando sola.

Más:

– ¿Quieres comprar faldas/pinturas/artesanías?
– No.
– ¿Estás segura?
– Sí.
– ¿Tal vez después?
– No.
– ¿Me prometes que lo pensarás?

Y más:

–  ¿Adónde vas? (Cómprame algo)

– ¿De dónde eres? (Cómprame algo)

– Hermoso país (cómprame algo)

– Eres muy linda (cómprame algo)

Regalos y zapatos

Otros te hacen «regalos» recién llegas a algún templo. Un día, entrando a uno grande, todos los vendedores estaban listos para plantar su prendedor de mariposa en la camisa de los incautos. Como nada es gratis en esta vida, lo rechacé.

– ¿Te vas a negar a un regalo?
– Sí, no necesito nada, puedes darle el prendedor a otra persona. Yo no lo voy a usar.
– Bueno pero… ¿pasarás luego por mi tienda?

Al finalizar la visita, ninguno de los que había recibido el «regalo» se salvó del acoso.

– ¡Ven a mi tienda! ¡Yo te di el regalo!
– ¿No vas a comprar nada? ¡Tu amiga compró!

O peor: les mueven los zapatos de sitio (porque siempre hay que quitarse los zapatos para entrar a los templos) y los ponen justo al frente de las tiendas para que tengas que pasar, sí o sí, por ese lugar. La presión solo causa el efecto contrario.

Luego están los niños que venden sus garabatos del colegio, u otros que vienen a pedirte monedas de tu país. Al principio no lo entendía mucho. Hasta pensé en ir al hotel y darles unos pesos colombianos. Pero ese no era el punto. Lo que realmente querían eran monedas fuertes: euros o dólares para cambiarlos luego a la local (si supieran que un peso colombiano no vale nada!!!!)

Y para terminar de completar, los hostales te llegan a pedir hasta 20 USD por una cama en cuarto compartido. Ah, y los extranjeros deben pagar una entrada de 25.000 kyatts (18 USD) en la ciudad.

Bagan, definitivamente, no era para mi. Muy bonita, sí, pero de lejitos.

Si quieres evitar sorpresas en Bagan, puedes revisar estos tours de templos o de crucero al atardecer, sabiendo previamente el precio y lo que incluye.

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6 comentarios

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  • Me siento muy identificado con la magnifica historia que nos cuentas. Eso no pasa solo en birmania, pasa en tailandia y casi cualquier país asiático.

    • Sí, tienes razón! Aunque después de todo lo que había vivido en Birmania, pensaba que sería lo contrario. La verdad es que el resto siempre fue muy auténtico… excepto Bagan. Ni modos! Muchas gracias por pasarte y por tu comentario 😀

  • Es un país que me causa mucha curiosidad de visitar algún día…la info de tus relatos me viene bien para estar al tanto de lo que puedo encontrar en ese lugar del mundo donde dicen las sonrisas están por donde quieras y transites!
    Saludos y buen 2018 viajera!
    Hernan

    • Y es totalmente cierto, las sonrisas y la gente son lo mejor de Myanmar! Muchas gracias por tu comentario y feliz 2018!!

  • Myanmar me resultó un poco en sentimientos encontrados – no me sentí muy a gusto en Bagan ni en Kalaw, en zonas rurales por decirlo así. Como viajera solitaria me topé con algunas personas muy pesadas cuando salía a caminar por los poblados (puedo entender que es su hogar, pero de todas formas sé cómo vestirme, comportarme, no grabar, etc. aún así recibí comentarios y molestias de todo tipo). He de decir que visité Bagan después de Angkor y a pesar de ser este segundo más turístico y explotado, me gustó mucho más. Supongo que es algo subjetivo – el ambiente y la experiencia o sensaciones personales. Me encontré lugares en Bagan bastante descuidados y digamos, de menos interés. En cambio el lugar que me cautivó y donde decidí volver un poco cansada y saltarme Mandalay fue Yangon. Esta ciudad me parece de otro mundo, su ambiente es muy particular. Me gustó sobre todo por la mezcla y las personas que conocí, grupos de gente joven, comprometida y punk. Una realidad de la que no se habla mucho, y es que la imagen que se vende al mundo es un país muy tradicionalista, poco abierto, rural, como si realmente esa imagen interesase y quisiera mantenerse para el turismo. Pero me parece muy indeseable, no hay nada romántico en ese tipo de vida y las ciudades están llenas de personas con ideas y estilo de vida igual de moderno, con conflictos sociales y políticos, iniciativas, subculturas, etc. (os recomiendo mucho el documental My Buddha is punk – pude conocerlos en persona y fue todo un encanto). Creo que es la parte de Myanmar con la que me quedaría.

    • Qué super experiencia! Muchas gracias por contarla aquí. No conocí ese mundo urbano de Yangon del que hablas, aunque sin duda me pareció una ciudad interesante. Bagan también me aburrió, como viste en el post. Mandalay, hermosa, me encantó. Me gustó mucho también Hpa An en la frontera con Tailandia. Al contrario que tú, esa zona rural me encantó! Y los mercados, la gente… En fin, tiene mucho por ofrecer. Qué pesar todo lo que están viviendo ahora

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