Se dirigía a su casa hacia las 6 de la mañana después de una noche de fiesta pero le esperaba un largo camino. Lo más rápido era tomar el metro pero la estación más cercana era rehén de una pelea de borrachos en la que, por supuesto, no se quería meter.
Siguió caminando y una mujer le habló por la calle. Ella se separó del hombre con el que observaba la pelea para decirle a mi amigo: “Qué pereza que en esta ciudad todo sean peleas, ¿no?”. A él le pareció raro que se acercara y siguió andando.
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La prevención del colombiano
Como todo colombiano, Diego desconfía de un extraño que le hable en la calle, incluso si es mujer. Es la herencia de saber que vives en selvas de cemento, a lo Héctor Lavoe; donde hay que agudizar los sentidos porque los ladrones están al acecho.
Entonces, Diego estaba prevenido sin ninguna razón en especial. Sólo por el hecho de haber crecido en Colombia. Y a pesar de caminar rápido, ella corrió para alcanzarlo. Siguió hablándole. De un momento a otro, la mujer se giró y le dijo algo al tipo que la acompañaba, en otro idioma. Y Diego no se acuerda de más.
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Despertarse bañado en sangre
Después de pasar en negro varias horas, se despertó en la misma calle. Cerca de la misma estación de metro. Con la misma ropa pero con frío hasta los huesos. El viento pegaba más fuerte en la parte de atrás de su cabeza porque estaba totalmente empapada. Tenía sangre que escurría por su chaqueta y sus pantalones. Ya no había teléfono ni billetera. Lo único que por «solidaridad» le dejaron sus atacantes fueron sus llaves y la tarjeta del metro.
Sin saber cómo, llegó a su casa. Y conoció lo que era un atraco por primera vez, con golpe contundente en la cabeza, en vivo y en directo. No en Facatativá, su pueblo natal, ni en Bogotá, donde estudió, sino en París, la Ciudad Luz.
Moraleja
Viajar por una ciudad europea no es sinónimo de hacerlo en total seguridad. Sobre todo en las más turísticas, como París o Barcelona, hay que tener ojos en todos lados.
Carteristas (el museo del Louvre, por ejemplo, es un nido para ellos), ladrones de todo tipo, traficantes, y pequeños criminales en general, se mezclan entre los turistas y se aprovechan de su condición de temporalidad.
Como saben que el turista se tendrá que ir, y que probablemente por ello no ponga denuncia ante la policía, este se convertirá en blanco fácil.
Diego no fue la única víctima que conocí de los atracos en París. Al papá de una amiga, que estaba de visita en la capital francesa, también le robaron todo su dinero, pero esta vez, en el metro. No se dio cuenta de nada, y al mismo tiempo, lo dejaron sin nada.
Entonces, visitar sí, pero no por el hecho de estar fuera de Latinoamérica, Europa es sinónimo de tranquilidad absoluta.
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Paulita… la estoy buscando!! Hoy me robaron, no tengo su número celular, mi cuenta de hotmail está bloqueda…escríbame a: pbahamon@unab.edu.co