La apertura de sitios recónditos de Colombia (antes vetados por el conflicto armado) ahora permite vivir experiencias inéditas de contemplación y autodescubrimiento en el ecoturismo, pero también ha traído la frustración de ver cómo algunos no saben valorar su esplendor.
Por eso, el ecoturismo, cual religión, tiene mandamientos y de su cumplimiento depende que en un futuro no deseemos, con rabia, que aquellos lugares increíbles vuelvan a quedar lejos de los ojos y la mano del hombre, como se mantuvieron durante tantos años.
Acá van las reglas que todo visitante debe tener, en mi humilde opinión, cuando vaya a estos sitios de naturaleza exhuberante:
No botar basura
Suena muy obvio pero aparentemente, aún no queda claro su significado. Cuando fui a la cascada del Fin del Mundo, en Putumayo, la persona que custodiaba la entrada advirtió a los visitantes del Viernes Santo sobre la necesidad de recoger los desechos.
Horas después y ya en la cima, había recipientes de icopor, botellas de plástico, huesos de pollo en el cauce del agua… ¡todo un sacrilegio!
Así, en vez de admirar el paisaje, te dedicas a recoger los «sobrados» de aquellos inconscientes, resistiendo con todas tus fuerzas las ganas de vomitar.
No poner el reguetón a todo volumen
Dejando por fuera el debate de si J Balvin y Maluma producen o no música -a mí me encanta bailar sus canciones-, sencillamente la selva o el desierto no son el espacio para ello.
El ecoturismo permite alejarse de las cosas mundanas y pensar un poco más allá. Tener monólogos filosóficos sobre las estrellas, el universo, la naturaleza… como para que rompas esa paz al ritmo de «Si necesitas reguetón, dale».
Cuando fui al Desierto de la Tatacoa, otro lugar increíble, no olvidaré que, una vez en la carpa, llegó una horda de ruidosos a parquear su súper camioneta al lado de nuestro pequeño refugio.
Sí, se encargaron de abrir el baúl para que no quedara duda del poder de su equipo de sonido y, al ritmo de reguetón, vallenato y gritos de borrachos, pasaron toda la noche fastidiando a otros huéspedes. ¿Este tipo de turismo le hace bien a Colombia?
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Evitar las grandes multitudes
No es lo mismo admirar un cañón montañoso a solas que admirarlo con otras 1.000 personas alrededor. No te concentras en lo que tienes al frente, no puedes escuchar las aves, la lluvia, los ríos y tampoco puedes pensar en más que en evitar que se te metan al encuadre de la foto.
En este caso, lo mejor es preferir estos destinos en temporada baja, cuando no haya ni un alma perturbando esa paz.
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Primero, mirar. Luego, la foto
Si algo aprendí de mi guía del Putumayo fue a aguantarme unos cuantos minutos antes de tomar las fotos, porque una cosa es vivirlo y otra, ver el paisaje en la cámara.
Si nunca dejamos de mirar el visor, no vamos a apreciar todo lo que tenemos al frente.
En cambio, si la foto viene después, recordaremos la majestuosidad de aquello que «nos mostró» la naturaleza en ese determinado momento. (Pruébenlo, de verdad que es una experiencia diferente!)
Hacer caso
A lo mejor es propio de la idiosincrasia colombiana saltarse las leyes, no hacer caso a nada ni a nadie y creernos los dueños del mundo y más allá. Quisiera pensar que no, pero en el fondo, tengo la teoría de que hay algo cultural que persiste y que nos hace ser así.
Si estamos al lado del abismo y el guía nos recomienda acostarnos por seguridad y no acercarnos de pie al borde, ¿por qué no hacerle caso? Si estamos a demasiados metros de altura y nos recomiendan parar cuando sintamos que nos falta el oxígeno, ¿por qué no hacerlo? Si sabemos que las condiciones de un lugar son realmente extremas y que debemos llevar la ropa adecuada, ¿por qué insistimos en creer que nada nos puede pasar?
Es verdad que las personas intrépidas atraen pero eso difiere de ser imprudente y obstinado. La naturaleza puede ser apacible y tranquila pero también implacable y despiadada. El respeto a la montaña y al océano, sin duda, no puede faltar a la hora de hacer ecoturismo.
Eso lo aprendí cuando, en pleno trek por el Nevado de El Cocuy, un hombre terminó congelado, por su propia imprudencia.
¿Estás de acuerdo? ¿Cuáles son los tuyos?
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Totalmente de acuerdo! Yo agregaría el mandamiento de «no harás graffitis» o «no rayarás la naturaleza». A algunos se les dificulta dejar su lado «artístico» para los espacios adecuados. Saludos!
Ahhh sí. A algunos les da por «marcar» las rocas o incluso piezas arqueológicas con sus nombres :S